Convierten en festín la feria del tamal de la delegación Coyoacán
Diez estados de la República y 10 países participan en la muestra gastronómica
Convertida en un festín para el paladar difícil de resistir, ayer inició la Feria del Tamal en la delegación Coyoacán, con una amplia gama de sabores y formas de elaboración del tradicional platillo de la comida mexicana, a la altura del más exigente de los comensales.
Realizada con motivo de la celebración del Día de la Candelaria, la muestra gastronómica habilitada en el anexo de un centro comercial ubicado en la esquina de las avenidas Universidad y Miguel Angel de Quevedo, ofrece delicias de diez estados de la República y un número similar de países de América Latina.
Los hay de todos sabores y colores, como el típico chilango, hecho con masa y envuelto en hojas de maíz, en sus diferentes modalidades: rojo, verde, rajas, mole, o aquellos más elaborados como la hayaca, tamal originario de Venezuela que se acostumbra en las fiestas de Navidad y fin de año, que lleva pollo, cacahuate, aceituna, ciruela pasa y pimiento morrón.
Si de variedad se trata, Adela Vivero, de Ecuador, con 26 años de vivir en la ciudad de México, trae una muestra de su país natal. El más representativo, dice, es el de masa de plátano macho verde, relleno de mariscos camarón y pulpo y bañado en leche de coco, o bien el de garbanzo o el de yuca, con carne de pollo o cerdo.
De Colombia son los tolimenses, los costeños y los vallunos, pero los especiales son los angelitos, que se preparan para festejar el Día de Muertos, y que por su sabor adulzado, son los preferidos de los niños, refiere Lucy Otero.
La cocina mexicana se luce con el zacahuil, tamal prehispánico que se consume en grandes fiestas en la zona norte del estado de Veracruz en lugares como Poza Rica y Papantla, según cuenta doña Tomasa Castañeda.
A diferencia de los tradicionales tamales, éste se hace en grandes proporciones, incluso su tamaño, en algunos casos, llega hasta los cuatro metros de largo, y para su cocción, en horno de piedra, requiere entre 16 y 18 horas, explica al señalar que para acompañarlo no hay nada mejor que el atole de tamarindo.
Por el contrario, en Coahuila, como en otros estados del norte se acostumbran tamales muy pequeños en hojas de maíz, que se rellenan con carne deshebrada y salsa de chiles secos. "La medida, detalla Javier Ayón, heredero de la tradición familiar, es el dedo índice y el secreto para que tengan un buen sabor consiste en la batida de la masa".
Sus precios van desde los 10 hasta los 35 pesos, estas y otras variedades originarias de Venezuela, Colombia, Bolivia, Ecuador, Honduras, Guatemala, El Salvador, Cuba, Argentina y Chile, y de entidades como Michoacán, Oaxaca, Sonora, Tamaulipas, Sinaloa, Yucatán, Chiapas, Hidalgo, Veracruz y el Distrito Federal, se podrán disfrutar hasta el domingo, de las 10 de la mañana a las 10 de la noche.
Pero no hay que olvidar los tamales rancheros de carne de puerco o res, los colorados con chile de árbol y guajillo, los de bolsa, los de chaya, chipil, ejote, de gallina colados, de libro, de muerto, de rajas o de ombligo de ayocote, que dan gusto al paladar más exigente y son obligatorios este viernes 2 de febrero, Día de la Candelaria, que marca el final de los festejos navideños.
Así como del "buen comer y mejor gastar", comentaron locatarios de diversos mercados públicos, quienes, reconocieron que pese a la difícil "cuesta de enero", la gente no deja de gastar en esta celebración, acompañada con el vestir del Niño Dios, a quien también se le ofrecen estos ricos manjares, todavía, al alcance de gran parte de las familias capitalinas, aunque "con el alza del maíz no sabemos por cuánto tiempo, pero mientras hay que darle vuelo a la hilacha y a disfrutar se ha dicho".
http://www.jornada.unam.mx/2007/02/02/index.php?section=capital&article=043n1cap
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