Publicado el 23/05/2012 por MrWichili
Salía yo de la chamba camino al Metro Insurgentes. ¡Y que me topo con los muchachos, mis queridos muchachos! A su marcha fueron integrándose otros ciudadanos. ¡Pero yo no lograba cruzar la calle! Así que decidí unirme y marchar un tramo con ellos. Al hacerlo, una jovencita me dijo, entre sus gritos y la ternura de sus ojos: "¡Gracias, señor! De veras que necesitamos a todos; va a ver que en bola esto no cansa". Me pasó su brazo por el hombro, para caminar con ella, y alguien más (un chavito delgado vestido a la usanza del siglo) hizo lo mismo, como para darme fuerzas. "Gracias a ustedes, muchachos -dije desde mi vejez repentinamente asumida-. Nos están dando una lección de civismo a los grandes; esteeee.... perdón, me bajo en Puebla, porque tengo que llegar a la casa". Y en Puebla me dejaron, despidiéndose con sendos besos en mis mejillas. Conforme caminaba hacia el Metro, las consignas fueron perdiéndose a la distancia. Sonreí durante un buen rato. Al llegar al Metro, busqué entre mis cosas mi boleto. Me palpé el pecho. Fue entonces cuando me di cuenta: ¡Carajo, me acaban de robar el corazón!
Comentarios